1 jul 2010

ameop



Dime:
¿En qué te has convertido?

Lejanos los recuerdos,
tan lejanos los cuellos
que invaden y corrompen las palabras.

Recuerdo tus ondulaciones,
tu monstruosidad,
en la infinita conquista de lo inalcanzable
y ya.... ya no más.


Tentáculos prominentes
en busca del infarto;
infarto de aquellos que detienen el pensar del alma,
infarto de aquellos con los que siquiera los muertos sueñan.

Y ya.... ya no más.

Tus garras abandonaron el intenso deseo
de aferrarse a la almohada,
volvieronse cálidas, solidas, cuadradas....
Ah! y tus escamas,
tus escamas se tornaron opacas;
ya no saben a delirio....

ya no más.


Te he estado observando,
a vos, traición!
Como tu piel ha abandonado sus alas y la negrura
para volverse flácida, sonrosada.


Ah!
y te he visto rejuvenecer también,
tal vez....
He visto como el pergamino que solía vestirte
horrorosamente ha quedado oculto tras una lisa blasfemia.

Y tus cimientos!
Aquellos que donde fueran pisaban libertad,
aquellos han cobrado vida,
han conocido lo que llamas suelo;
lo han hecho suyo con sus nuevos hijos,
aquellos, que tienen uñas,
enredaderas solitarias… eso, ya no más.

Más ¿en qué te has convertido?
Lejana antigüedad.


De tu penumbroso castillo…
de él solo restan miserias;

ambiguas carcajadas
- las mismas que dolían -
las mismas que fueron…

y ya no más.

Ahora cuadradas perlas yacen en el interior del castillo,
por rosadas rigideces acunadas.

Ahora dime ¡rareza!:

¿En qué te he convertido?


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