
precisa, errante,
de su propio cielo agarrotado pende,
jamas a su lado nadie podrá cabalgar.
En su jardín de flores dementes
telarañas y solo una planta solamente,
planta de entumecidas vertebras y parpados ausentes.
Abierto de par en par el portón se encuentra,
sendero de dichosas lapidas venéranlo,
epitafios los cuales, todos, han llevado tu nombre.
Mas no eres bienvenido, parásito!
no en aposentos del Caos,
no a los ojos de La Belleza.
Y en la mas entrañable hondura del jardín
deambula ella.
De vez en vez riega la planta solemne,
de vez en vez
por si acaso
algún acongojado día se estremece.
Respira! ven
manifiestate!.
Al fin el vacío cristal
hizo eco sobre la tierra
al fin!.
Ya nada queda gravado
en sobre la rota piedra gris
el pedregullo desmayado.
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