22 ene 2014





Aulla y se retuerce de dolor la tercera piel de la malformada reina,
Su majestad tira de ella con ganchos y con cadenas,
Sin piedad y ya sin sangre en las venas.

No sólo será desterrado el pobre pellejo de la carne descompuesta,
Sino que en ésta situación ya es la tercera;
incluso el bufón de la corte parodia la burlesca escena.

La Reina Elefante,
Dueña de la más grotesca tristeza,
De Ella no se atreven a hablar siquiera las horas ya muertas.

Con Ella a los infantes amenazan para que de su plato traguen la dura piedra.
Nadie sabe cómo nació,
De Ella sólo es certero que no está muerta.

Ella quiere dormir en mi alcoba…
¿Cómo siquiera imaginar a su alteza?
Dicen que en su respiración se ocultan los gritos de mil almas en pena,
Y que al oírlos tan sólo una vez pasan a habitar en tu cabeza.

Ella quiere dormir conmigo…
Más ¿Cómo no desfallecer ante su presencia?
Dicen que siquiera posee extremidades
Y que sus ojos jamás se cierran.

No es mi intención parecer descortés…
Comienzo mi ruego a su doncella,
Más dime:
¿Quién podría dormir abrazado a en carne viva una silueta?

Una masa de carne pútrida,
De la que asesina los labios al lamerla.

¿Acaso tanto Dolor debía albergar Ella
por haber encontrado a quién llamar Belleza?

¿Acaso así es como ha de sentirse aquel
Que a través de los siglos ha llegado a comprender las edades de los muertos?

Dime dónde has escondido los cadáveres
de todo aquello que tus fauces no fueron capaces de devorar;
dime dónde yacen los agudos cuerpos de todo lo que aborreces…

En el espejo solamente una risa burlona,
Una risa sin labios, sin dientes
Y sin alma.



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