Supe llamarte y no por invierno.
Por un segundo supe lamer tus respiraciones sin abrir demasiado tus venas.
Trascender.
Por un segundo enterrar la niebla.
Tallar en tu cuerpo la dama o la piedra.
Sabanas y carcajadas… como enredaderas.
Jardines sin fantasmas, vigas sin cuerdas.
Suspiros de encanto sin ramas espesas.
Esquivos frente a la realidad allí disuelta.
Mas no es el fuego tu aire,
ni es el laberinto tu escalera.
Ahora me resta desearte…
en vez de flores de plata
El faro, el cristal y la puerta.
Ahora la mañana vuelve a ser mi cena.
Ya ves, no hay aire;
pero cuanta belleza espera por nuestro juego ser descubierta.